Todo siempre fue como una especie de partida de ajedrez. Todo tenía una razón lógica. Cada movimiento estaba pensado, e iba de acuerdo a aquello que tenia enfrente. Podría haber situaciones difíciles, pero en cualquier caso siempre correspondían movimientos lógicos para afrontarlas. En ocasiones acababas pronto la partida, y en otras te enzarzabas en aquello que parecía eterno, pensando que tus capacidades no daban resultado, pero al final, siempre acababan resolviéndose.
Sin embargo, ahora contemplo mi autorretrato, y esta horrorizado, atrapado en la época en la que fue pintado, incapaz de avisarme de lo que iba a suceder. De hecho, lo veo en sus pupilas, con sus ojos bien abiertos.
Lo pienso, y el es el verdadero espectador de esta historia, y podría explicarnos objetivamente lo ocurrido. Pero es incapaz, ya que la tinta china, la nogalina y la tempera no le permiten salirse del plano, para mover la boca y expresarse. Digamos, que es preso de la técnica. Y aun así, loco yo, su autor, se en lo que esta pensando. Me cuesta mirarlo en exceso, y a el también que lo mire. No es por algún tipo de sentimiento de rechazo, sino por la incomodidad de saber lo que los dos sabemos, sin poder expresarlo, y mucho menos afrontarlo.
El caso, es que ahora nada era igual. Estaban las fichas, y el tablero. Las reglas eran las mismas, y sin embargo esta vez había un factor muy diferente. Era una presencia narcotizante. Algo que escapaba mi control. Corría por mis venas, mis arterias, y mis capilares. Y estaba bien presente a la hora de, ya no solo mover las fichas, sino de razonar las propias jugadas y la repercusión que tenían en el juego.
Aquel narcótico me dominaba, y a pesar de ello yo sabia perfectamente todo lo que hacia. Contemplaba como mis movimientos se ponían anormalmente en mi contra, a pesar de que los ejecutaba con suma reflexión.
Se dibujaba la impotencia en mi cara, y a pesar de ello seguía adelante con el juego. Ya ni siquiera había alguien enfrente mío, quien sabe porque. Estaba yo solo y el tablero. Podía dejarlo ahí tirado en cualquier momento, y ahí seguía yo.
Como un loco, tratando de manejar las fichas ahora sin dueño, porque sabia que si manejaba las mías, entendía lo anormal de la situación, y eso segregaba mas de aquella mierda en mi cerebro.
Hoy en día me recupero de la conmoción, y esto de aquí, que late en mi pecho, limpia mi cuerpo para bien o para mal. Ahora me embriaga una sensación de resaca, pero con un aroma a agradable perfume.
Tan sólo tomo nuevas decisiones, independientemente del miedo que me puedan causar los cuadrados blancos y negros, y me limito a calcular el sueño que tendré mañana. Jaque mate
jueves, 28 de agosto de 2008
viernes, 8 de agosto de 2008
CULICIDAE, PARTE 1
-Es como cuando estas de noche en la cama, y oyes a ese mosquito cabrón merodeando por encima de tu cabeza
-¿Que coño tiene que ver eso?
-¿Me dejas que siga, y así le encuentras la puta relación?
-Vale, tranquilízate
-Bien, pues eso, es como cuando oyes un mosquito merodear por encima de tu cabeza, y…
-Cabezota, en tu caso una cabeza enorme
-Oye, ¿me dejas continuar? Yo a ti no te hago eso
-Perdona, era para aclarárselo a la gente
-¿Qué gente, de que mierda hablas?
-Nada, cosas mías
-Vale, pues sigo. Oyes a ese mosquito, te tapas con la sabana, pegas patadas al aire y…
-¿patadas?
-¡Joder, sabes a lo que me refiero!
-Vale, ya me cayo
-Bien, pues eso, haces lo imposible para que desaparezca, y llegas a un punto, en el que no sabes si realmente está ahí el mosquito, o lo que oyes es fruto de tu imaginación.
-Mmm, cierto
-¿Verdad que si? Lo peor es que nunca sabrás si esta ahí el mosquito de verdad, porque o bien acaba metiéndose en tu oreja, con lo que descubres que si estaba ahí, o bien te acabas durmiendo, y al día siguiente no te acuerdas de nada. Sin embargo, cada noche se repite la misma historia. ¿Comprendes?
-Si, por supuesto, pero ¿que tiene que ver con ella?
-¿Que coño tiene que ver eso?
-¿Me dejas que siga, y así le encuentras la puta relación?
-Vale, tranquilízate
-Bien, pues eso, es como cuando oyes un mosquito merodear por encima de tu cabeza, y…
-Cabezota, en tu caso una cabeza enorme
-Oye, ¿me dejas continuar? Yo a ti no te hago eso
-Perdona, era para aclarárselo a la gente
-¿Qué gente, de que mierda hablas?
-Nada, cosas mías
-Vale, pues sigo. Oyes a ese mosquito, te tapas con la sabana, pegas patadas al aire y…
-¿patadas?
-¡Joder, sabes a lo que me refiero!
-Vale, ya me cayo
-Bien, pues eso, haces lo imposible para que desaparezca, y llegas a un punto, en el que no sabes si realmente está ahí el mosquito, o lo que oyes es fruto de tu imaginación.
-Mmm, cierto
-¿Verdad que si? Lo peor es que nunca sabrás si esta ahí el mosquito de verdad, porque o bien acaba metiéndose en tu oreja, con lo que descubres que si estaba ahí, o bien te acabas durmiendo, y al día siguiente no te acuerdas de nada. Sin embargo, cada noche se repite la misma historia. ¿Comprendes?
-Si, por supuesto, pero ¿que tiene que ver con ella?
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