martes, 28 de junio de 2011

La venganza de la mantis macho.

Encuentra en su cuello el festín voraz que su condición de vengador le otorga. ¿Dónde están ahora todas esas drogas que hace poco le excitaban? Se disipan con cada segundo de adrenalina circulando por su enajenado encéfalo. Su lucidez es tal, que podría contar cada gramo de carne ingerida.
Ella no le gusta, y si antes le gustaba remotamente, desde luego ahora ya no.

lunes, 21 de marzo de 2011

"El rojo" y "Sueño 217"

Tenía uno de esos cuerpos perfectos
que te joden la vida.

Soy el pedante marchito,
jardín que nunca visito,
vivo sorbiendo una herida.

Tenía una de esas mentes mediocres
que te aburren el día.

Soy el color de una boca,
que el sabor de tus ojos provoca,
mueres tragando saliva.



Traedme el fuego que todo ilumina, ya solo quedan los invitados.
Se sumergió en el universo de abrigos, buscando la llave que le dejó su padre.
No recuerdo si era una fiesta que se alargaba tras la noche, o empezaba por la mañana. Solo se que yo estaba en pijama, y conocía a muy pocos o a ninguno. Y mi madre no me prestaba atención, y por lo visto se la sudaba explicarme que coño pasaba.
A pesar de todo, la casa era cálida y me parece que el día nublado.

martes, 25 de enero de 2011

Historias del Atacama

Todo lo que me dejó fue mi vergüenza y una pistola.
Para mi suerte, pensó que partirme las piernas sería suficiente.

La vuelta a casa fué dura. Un atardecer mas, en lo que viene siendo una vida cada vez más sensible para pocas cosas, e insensible para muchas otras.
Es cruel dejar a una mujer sin esposo, y también es cruel rebanarle el cuello a un hombre. Pero debió de registrarme cuando pudo, y deshacerse de mi navaja.
Es más cruel mirarle a los ojos mientras despercias sus últimos segundos.
Un tiro hubiese sido suficiente, pero es más cruel todavía matar a un hombre con su propia pistola.

A estos cubitos les falta un whisky, y a esos hombros una cabeza. Y que puedo hacer yo, si la tierra lo echaba de menos. Y la venganza los reunió a ambos, a seis frios pies, bajo el suelo de algún lugar en el que nunca estube.

Las rodillas me seguirán crujiendo, y a su son les acompñará el recuerdo agridulce de no poder olvidar el lugar del que provengo. Lo que almenos espero recordar, y que a veces se me olvida, es que la soledad es una virtud. Y que los caminos, con unas buenas botas, pueden ser grandes amigos.

A pesar de todo, a estos cubitos les seguirá faltando un buén whisky.